En 1984 le fue otorgado el premio Pritzker, el reconocimiento internacional más importante en arquitectura, y en 1997 recibió el máximo galardón estadounidense de su profesión, la medalla de oro del Instituto Americano de Arquitectos.
Desde el principio, Meier ha seguido una línea determinada y permanente en sus proyectos. Ha dejado de lado las tendencias pasajeras y las modas, y se ha mantenido fiel a sus ideas.
En su inmensa mayoría, los edificios de Meier son blancos, el color que considera el más puro ya que reúne a todos los demás y va cambiando de tonalidad durante el día.
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