La Unión Profesional (UP), que agrupa a 33 consejos de colegios (1,3 millones de colegiados), no entra a valorar los cambios que afectarían a cada gremio, porque en algunos casos hay disputas entre ellos; pero sí ha salido en defensa de la colegiación, de los riesgos de una liberalización “excesiva” y de “la función social” de los colegios profesionales. Su presidente, Carlos Carnicer, subraya el papel “de máxima protección de la salud y seguridad de los ciudadanos” de los colegios. “El sector ha incorporado servicios y ha mejorado su gestión y desempeña una labor fundamental en la protección de los derechos ciudadanos y de su seguridad jurídica”, alerta. Carnicer defiende el control y vigilancia de los servicios, la prevención del intrusismo, la función formativa, deontológica o estadística de los colegios y la “degradación de las profesiones” que una relajación podría suponer. La Unión recuerda además que un 8,8% del PIB y un 6% del empleo español proceden de profesiones colegiadas.
Tanto Carnicer como los presidentes de los colegios afectados se manifiestan con reservas ante lo que algunos de ellos llaman “solo un borrador” y otros un “globo sonda”. Las profesiones mantienen contactos con Economía, confirman fuentes del ministerio, y confían en que el redactado final del articulado dé marcha atrás en los aspectos más criticados e incorpore sus aportaciones. Éstas son las profesiones más afectadas.
» Arquitectos. El anteproyecto eliminaría la reserva exclusiva de actividad que prevé la Ley de Ordenación de la Edificación (de 1999), de forma que también los ingenieros con competencias en edificación podrían proyectar y dirigir obras de viviendas o edificios públicos. En una carta, el presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, Jordi Ludevid, alertó hace unos días que las modificaciones “podrían poner en peligro el trabajo del sector productivo ligado a la arquitectura”. Esta semana, la Asociación Arquitectos por la Arquitectura expresó su “más enérgico rechazo” al anteproyecto, que “supondría la práctica desaparición de la arquitectura como actividad”. El Consejo apeló al “interés público y cultural” de la arquitectura. El borrador de la ley justifica que “si un profesional —arquitecto o ingeniero— es competente para realizar una edificación, se entiende que también será capaz de realizar otras, con independencia de su uso”.
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